martes, 21 de agosto de 2007

SEGUIMOS EN EL DÍA 23












Después de cenar comprobó que la pulsera que había comprado a Jorge era corta, no le alcanzaba a cerrar y tuvimos que salir corriendo a cambiarla, menos mal que en este país no cierran las tiendas hasta la 1 h o las 2 h de la madrugada. Volvimos al barco y como todavía era pronto nos fuimos al salón a tomarnos un cafetito y echar la partidita de turno hasta la hora de dormir. Estamos solos, se echa de menos el bullicio del grupo, parece que el barco está triste, sólo se ve alguna persona extranjera, algún italiano, se nota el vacío hasta en la cena, ha sido muy escueta.

Cada noche cuando nos íbamos a la cama nos encontrábamos alguna figura hecha con las sábanas, por el personal que nos hacía la habitación, una forma de agradar a los turistas, también los camareros eran muy agradables y atentos.

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