sábado, 3 de noviembre de 2007

Día 24 de Septiembre (Lunes)
Pues como es de suponer nos levantamos tempranito y la Sra. del Hotel, nos tenía una mesa preparada con el desayuno, (6 € por persona) después de llenar el vacío que teníamos de la noche anterior, mas que hambre, la costumbre de cenar, nos pusimos en camino para acortar la distancia de los 100 km. que nos separaba de Lourdes, entre arboledas, granjas y animalitos, que parece que no, pero que te alegran la vista y te hacen el viaje más ameno que una autopista de cemento, con la suerte de un día soleado y primaveral. Cogimos la Carretera que va hacia Tarbes un pueblo de Francia, ya en los Altos Pirineos, pero cogimos un atajo desviándonos en el pueblo de Montgaillard, desde allí a pocos kilómetros nuestro destino, pero hasta llegar a este punto pasamos por unos pueblos muy bonitos, como St. Girons, St. Gaudens, etc.
Al fin llegamos a Lourdes, lo primero que se ve la Basílica, destaca por su altura 72 metros de largo por 33 de ancho, más 4 metros de la cruz que corona la Basílica de color cobre y bastante pesada. Tanto el exterior como el interior de la Basílica es de una belleza sin igual, de estilo romántico y neo-gótico, el entorno que lo rodea es bellísimo y que puedo decir ¡que soy una enamorada del paisaje francés y de sus pueblos!
Una vez allí, visitamos la Basílica por dentro y por fuera, admiramos el entorno donde está ubicada con el río incluido, después nos fuimos a la Gruta, donde se apareció la Virgen, pudiendo contemplar la fe de los peregrinos rezando y dando gracias por los favores recibidos y haciendo sus promesas. Llenamos una botella de agua, dicen milagrosa, la gente llenaba sus botellas en cantidad para llevárselas a sus hogares.
Nos fuimos a comer a un sitio muy bonito que entendían un poco de español, después nos fuimos a tomar café y dimos un paseo por las calles de la ciudad, nos quedamos sorprendidos, no quedaba ni un hueco libre que no fuera una tienda, de lo que sea, pero negocio, lo que pidas allí lo encuentras, esto estropea un poco las creencias de la gente.
Decidimos ponernos en marcha, en vez de buscar alojamiento, pues había mucha gente y sería difícil de encontrar, aunque creo que no imposible, pero aún así decidimos marcharnos, después de haber hablado con un español que tenía un negocio y preguntarle para volver a España, cuál era el camino más corto. Nos informó muy bien, pero no le hicimos caso y así nos pasó.
Después de despedirnos de Lourdes pensando ¡eso sí! volver otra vez, atravesamos la ciudad y nos dirigimos con dirección a Pau, un pueblo de Francia, había dos salidas en esa dirección y elegimos la que nos pareció mejor, nunca haciendo caso al señor español que tan amablemente nos informó.

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